Siempre he querido lo mejor para mis hijos, imagino que como cualquier padre o madre. Porque quiero lo mejor para ellos, me esfuerzo en educarlos y enseñarles todo lo que creo que es bueno para ellos, en darles los ejemplos que necesitan para convertirse en buenas personas y conseguir todo lo que se propongan y en apartarles de todo lo que creo que puede perjudicarles de alguna manera.
No es que quiera que sean médicos, abogados o economistas exactamente, pero sí les imagino personas de éxito, emprendedoras, motivadas por unos gran ideales y sin casi defectos o equivocaciones.
Sé que la que se equivoca soy yo, en este caso y con estos pensamientos. Cuando me fijo bien, ellos son personas muy diferentes de las que yo tengo en mi cabeza idealizadas; son niños adorables, claro, pero con cualidades y defectos como cualquier otro.
Son personas únicas, con sus propias ideas y modos de ser, que ya se muestran desde pequeños, y diferentes de los niños que yo quisiera que fueran.
Pero que no sean exactamente lo que yo quisiera o había imaginado no los hace malos ni menos válidos. Al contrario, soy yo la que tiene que aprender a descubrirles, valorarles y validarles su propia personalidad y manera de ser. Este es el respeto que se merecen, la aceptación que les hará sentirse seguros a la hora de crecer y emprender nuevos caminos en el futuro.
Aunque no nos gusten sus defectos, o nos den miedo sus limitaciones, estas preocupaciones son nuestras, no son de ellos.
La falta de aceptación de un hijo le hará sentirse incompleto e incapaz de satisfacer las expectativas de sus padres ... entonces es fácil deducir que en el futuro esta persona no va a creer en sí misma y no se esforzará para llegar más lejos, ¿verdad?
Intentemos, pues, ayudar a nuestros hijos para que puedan desarrollarse de una forma segura y respetuosa, para que se sientan con la suficiente confianza para ser ellos mismos y sentirse valorados y validados por quien realmente son, no infelices e incapaces de alcanzar ideales que los padres les podemos proyectar.
Por ello es importante tener en cuenta algunas pautas:
El objetivo de la educación es ayudar a tener personas seguras de sí mismas y con una buena autoestima, aceptándose como son y respetando quiénes son.
Tu aportación como padre o madre es importantísima, no pierdas oportunidades con tus conflictos personales y focalízate en tus hijos.
Si aceptas tus emociones, cambias tu vida.
Anna Romeu, colegiada nº 11336 del COPC
Presidenta Emergencias del COPC y representante Española en EFPA Crisis & Disaster División
Especializada en Educación Emocional, Terapias y Formaciones
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