Aunque no nos lo parezca, por la cantidad de veces que llegamos a tener el pensamiento “Yo no podría aguantarlo si me pasara a mí”, lo cierto es que todos estamos preparados para afrontar las situaciones más duras de la vida, y si lo pensamos bien lo hemos demostrado sobradamente en muchísimas ocasiones.

La capacidad de las personas para afrontar las adversidades es lo que se llama resiliencia.

El término viene originariamente del mundo de la física, y es la calidad de un objeto de recuperar su forma original después de haber sido sometido a una presión que le ha modificado. La imagen más típica de la resiliencia es la de un muelle que puedes presionar y deformar pero que vuelve a ser la misma cuando la sueltas.

Cuando nos referimos a personas, la resiliencia es la capacidad de recuperarse después de haber sufrido un acontecimiento traumático, que nos ha afectado negativamente durante un tiempo.

Tal y como ocurre, por ejemplo, con la inteligencia cognitiva, nuestra capacidad de ser resilientes es innata, todos nos recuperamos de una forma u otra después de cualquier adversidad, pero también podemos realizar un trabajo personal para hacer crecer nuestra capacidad de resiliencia y hacernos fuertes de cara a superar todo lo que nos venga a lo largo de la vida con mejores.

Mirado así, todos nacemos resilientes, pero también podemos aumentar nuestra resiliencia si nos lo proponemos.

Algunas pautas indispensables para estar más preparados frente a las situaciones difíciles de la vida y aumentar nuestra capacidad de resiliencia son aspectos muy generales del cuidado personal y el crecimiento personal, como:

▪ Llevar una vida sana

▪ Fomentar las relaciones familiares y sociales

▪ Cultivar nuestra vida interior

▪ Aprender a reconocer y gestionar nuestras emociones

▪ Utilizar el sentido del humor

Si pudiéramos realizar intervenciones basadas en estas indicaciones desde muy pequeños, seguro que seríamos personas con más capacidades y habilidades a la hora de saber afrontar las situaciones traumáticas que inevitablemente algún día nos llegarán.

No podemos evitar experimentar vivencias negativas, pero sí podemos prepararnos desde pequeños para que estas no tengan un impacto devastador durante el resto de la vida de la persona.