Ayer mi hijo pequeño pasó a engordar la larga lista de positivos en coronavirus que cada día nos regala los medios de comunicación.
De repente, y para una semana entera, nuestra vida dio un giro inesperado y en pocas horas tuvimos que deshacer planes, rehacer agendas, avisar a contactos estrechos de los dos días anteriores, pedir a la escuela que también se organizara y cuidar a un niño que pocas horas antes se encontraba la mar de bien y de repente empezó a tener fiebre y dolor de cabeza todo el día. Y todos los adultos de su alrededor hemos tenido que adaptarnos a pequeños cambios repentinos en muy pocas horas.
Éste es el tiempo que nos ha tocado vivir.
De repente, hacer planes deja de tener el mismo sentido que tenía antes y los hacemos con un “si no ocurre nada a última hora” o directamente no los hacemos, ya que hay gente que ya prefiere decidir las cosas a última hora porque no se sabe qué puede ocurrir.
Las cifras de contagio son escandalosas y ahora ya no debe quedar nadie que no tenga un familiar, conocido o saludado que no esté confinado, si no lo está él mismo.
Estamos aprendiendo a funcionar con cambios de última hora e improvisaciones de agenda, mucho más que antes en esta pandemia, y ya llevábamos una buena carrera.
En psicología de emergencias se habla a menudo del principio de continuidad:
Todos vivimos pensando que lo que ocurre hoy describe lo que ocurrirá mañana, porque así ha sido hasta ahora. Si los lunes tengo clase de francés, no puedo pensar otra cosa que el próximo lunes tendré clase de francés, aunque estoy haciendo una suposición sobre el futuro y éste puede no llegar a ser. Los planes, la agenda, las citas o las quedadas son suposiciones que hacemos sobre el futuro inmediato, con la certeza de que se van a cumplir porque siempre ha sido así en el pasado.
Pero nada está escrito, y ahora estamos aprendiendo de forma masiva que no siempre el ayer predice el mañana, que quizá mañana no puedo dar la clase de francés porque estaré confinada.
Cuando se rompe el principio de continuidad descubrimos que no siempre ocurre lo que creíamos que pasaría, que los planes no siempre salen como habíamos previsto.
El virus que actualmente gobierna el mundo nos está enseñando, entre otras cosas, a improvisar y cambiar planes (o deshacerlos directamente de ellos) a última hora.
La emoción que predomina en estas últimas semanas es la de la incertidumbre, una emoción a veces difícil de gestionar y de la que hablaré con más detalle un poco más adelante.
Pero la ruptura del principio de continuidad y la gestión de la incertidumbre tienen una gran influencia en nuestro estado de ánimo y en cómo llevamos el día a día en general.
Hay personas que se adaptan muy bien a los cambios de última hora, son capaces de deshacer lo que tenían pensado hacer con cierta rapidez y construir nuevos planes y rutinas sin demasiados problemas.
Son personas resilientes, probablemente de temperamento más flexible y que pueden haber tenido experiencias en la vida que las han llevado a crecer en su capacidad de adaptación y resiliencia.
Pero hay otras personas que no tienen un nivel de resiliencia tan alto y que experimentan serias dificultades para adaptarse a los tiempos que estamos viviendo:
La capacidad de adaptarse a los cambios de última hora y no sufrir en exceso el hecho de no controlar lo que está pasando es una mezcla de características personales (o temperamento) y de aprendizaje vital; hay personas que nacen con la flexibilidad de poder adaptarse a distintas circunstancias con cierta rapidez y facilidad.
Y también hay personas que, por vivencias y diferentes experiencias que les toca vivir, aprenden a adaptarse rápidamente a los cambios, no sufren excesivamente la sensación de descontrol y son capaces de gestionar con eficacia estas emociones.
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Aunque es un hecho, también podemos realizar un trabajo de crecimiento personal para aumentar nuestra capacidad de resiliencia y adaptación a los cambios repentinos, tal y como he comentado tantas veces.
Es responsabilidad de cada uno de nosotros realizar este trabajo personal para vivir de forma menos estresante las circunstancias que nos están tocando vivir.
Si aceptas tus emociones, cambias tu vida.
Anna Romeu, colegiada nº 11336 del COPC
Presidenta Emergencias del COPC y representante Española en EFPA Crisis & Disaster División
Especializada en Educación Emocional, Terapias y Formaciones
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