Intentaré hacer lo que aprendí de Virginia Wolf, un stream of consciousness, escribiré lo que esté pensando tal y como salga, sin filtros y revisando muy poco.
Son días demasiado intensos para poner filtros ahora mismo, esta es la época del coronavirus, del confinamiento, del estado de alarma, de tantos conceptos y términos que hace dos meses desconocíamos y que ahora forman parte de nuestro vocabulario cotidiano, es bien cierto que el lenguaje está vivo y muta cada día.
Y en esta época de crisis sanitaria y de vocabulario bélico utilizado por nuestros políticos a mí me ha tocado el papel de psicólogo de emergencias.
Quién me lo iba a decir que en 2004, cuando descubrí que se hacía por primera vez en Barcelona una formación en psicología de emergencias en mi colegio profesional, mi vida estaba a punto de dar un cambio radical. No me lo podía ni imaginar y hoy estoy aquí, formando parte de un equipo de profesionales entregados y de un valor inimaginable, dirigidos por una persona extraordinaria, un visionario en su campo, y tan feliz de lo que estoy haciendo.
Es contradictorio, soy testigo de los momentos más duros de las vidas de muchas personas, acompaño los peores procesos que la gente puede llegar a pasar, acojo el sufrimiento de la pérdida, el miedo o la ansiedad justo en el momento en que se apoderan de las personas y les cambian la vida para siempre, y a la vez me veo feliz por la tarea que hago, por los aprendizajes que me supone y las lecciones de vida que recibo día a día, la contradicción de disfrutar y sufrir tu trabajo a partes iguales.
Sabemos que estamos haciendo historia y creo que no somos plenamente conscientes de ello. Cuando todo esto haya pasado podremos hacer valoraciones más objetivas, ahora sólo sentimos que ya formamos parte de una organización que nos acoge y nos valora, que finalmente encontrará la manera de hacernos encajar en su sistema.
El Sistema de Emergencias Médicas de Cataluña ha incorporado de lleno a su equipo de psicólogos en el trabajo diario, cuidando de su propio personal y dando un servicio integral a todos los que tengan necesidades médicas y psicológicas.
Porque la salud no es sólo física sino también mental. Tan sencillo de entender y tan difícil de aplicar.
Son tiempos de introspección, el confinamiento nos obliga a encontrarnos cara a cara con nosotros mismos y a enfrentarnos con nuestros fantasmas.
El mundo parece haberse detenido por culpa de un virus microscópico que se ha convertido en un gigante y se lleva por delante a demasiada gente importante. Y los que quedamos le tenemos miedo. Los que salimos del confinamiento para ir a trabajar también tenemos miedo, también pensamos que no nos queremos contagiar, pero queremos participar de esta lucha mundial. Para los psicólogos de emergencias esta también es una situación anormal; una emergencia que dura semanas y meses en el tiempo, que tensiona nuestras fuerzas físicas y mentales. Admiramos a los médicos, las enfermeras y demás personal sanitario que lucha cuerpo a cuerpo con su miedo contra el virus, pero también nos sentimos parte de este pelotón de valientes, aunque no entramos en las UCIs físicamente o no viajamos en la ambulancia durante los traslados. Porque ellos nos lo transmiten, porque nos consideran uno de los suyos, porque la psicología de emergencias también se ocupa de los intervinientes.
Y ahora la gente llama al servicio de emergencias médicas pidiendo atención psicológica como pueden pedir la atención médica, porque es una urgencia y necesita ser atendida en el momento.
Personalmente siento que todo esto da sentido a años de dedicación, estudio y aprendizaje. También a años de sacrificios, porque no es fácil renunciar a la seguridad del despacho o la consulta ni la comodidad de tener un horario fijo y todos los días de descanso que quieras.
Pero la satisfacción de sentir el agradecimiento de aquel compañero al que has podido volver a hacer sentir válido, o las palabras cálidas y más calmadas de la persona que no tiene rostro porque le atiendes telefónicamente y a quien le has dado un hilo de esperanza para poder gestionar su dolo o su ansiedad, todas estas sensaciones son las que me atan a mi trabajo y por las que sé que todo tiene un sentido.
Dicen que todos venimos a este mundo con una misión.
Creo que he encontrado la mia, soy afortunada.