Aunque todas las personas somos muy parecidas, no hay dos iguales.
Montse es una de esas personas que llevaré dentro de mí para siempre. De cuerpo más bien pequeño, discreta de aspecto, de rictus serio y sonrisa escasa y aún más discreta. Pero buena, muy buena persona, de las mejores que podemos encontrar por el camino. De aquellas que ayuda a la gente sin esperar nada a cambio y sobre todo sin que quiera que se sepa.
De las que se preocupa de que la gente de su alrededor esté bien, que está atenta a los detalles y habla con las miradas.
Con su empuje me vino a buscar hace años porque no disponíamos de un grupo de duelo en Vilafranca y eso no podía ser, no podía permitir que la gente tuviera que desplazarse hasta Barcelona para recibir una ayuda y un apoyo que se merecían al lado de casa.
No se le podía decir que no, era toda fuerza y determinación.
Removió cielo y tierra para dar vida a Tornar a Somriue, en honor a su hijo, para dar fuerzas a los que tienen que vivir después de una muerte, a los que, como ella, viven con un pie en el presente y otro en el recuerdo de los que ya no volverán. Montse es una persona buena que hace buenas a las personas que hemos estado a su lado, debe haber rasgos que se contagian y amplifican cuando entramos en contacto con personas que los tienen.
Recuerdo la timidez de las primeras reuniones, en las que no sabía cómo decir todo lo que por dentro tenía tan y tan claro, las palabras del todo acertadas cuando miraba fijamente a alguien y era capaz de decirle lo que necesitaba oír, porque ella también lo sentía , porque sabía exactamente qué estaba pensando el otro, el confort de su discurso pausado, reflexivo, profundo y acogedor. Ella quería volver a sonreír y quería que aquellos que estaban en la misma situación que ella volvieran a sonreír.
Y lo consiguió.
Hizo de su “terapia de lengua” una nueva manera de ver y vivir el duelo, a su lado se podía hablar libremente de la persona amada en presente aunque no estuviera en este mundo, ella dejaba toda la libertad y mostraba todo el respeto que los sentimientos del otro se merecen.
Hoy Montse descansa en paz.
La veo aquí tumbada, quieta, acompañada de su inseparable marido y la hija siempre presente, y todas las personas que la hemos querido y la queremos, que han recibido su ayuda, que hemos disfrutado de su presencia y hemos podido escuchar sus palabras, y pienso que sigue siendo la misma buena persona que conocí hace años.
Ha muerto como ha vivido, discretamente, pero ha dejado una huella que no creo que se pueda imaginar ni ella misma.
Siento como se habla de ella y pienso que si lo está escuchando desde algún lugar sentirá la vergüenza que no podía evitar cuando alguien le hacía un cumplido. Pero ahora no podrá cambiar de tema ni disimular, tendrá que seguir escuchando como hablamos de ella con amor y admiración, como la recordamos y como lloramos su ausencia, aunque nos diría aquello tan suyo de “es ley de vida, no se puede hacer nada”.
Y espero que lo haga por fin abrazada a su hijo.
Buen viaje Montse.