Estamos en un tiempo de renacimiento post-pandémico; ahora empezamos a ver la luz al final del túnel, con las vacunas y el buen tiempo llegan la posibilidad de la relajación de las medidas de protección ante la Covid y las ganas de recuperar nuestra vida. Cuántas veces estos días la gente me cuenta con alegría la vuelta a las reuniones con familia y amigos, la posibilidad de planear vacaciones o incluso la combinación del trabajo presencial y desde casa, después de tanto tiempo de aislamiento forzado y noticias difíciles de tragar cada día.
Y con la primavera y el principio del fin de la pandemia llega un nuevo concepto: el florecimiento.
Así como las plantas comienzan a brotar después de la crudeza del invierno y las flores muestran su esplendor cuando el sol y la temperatura les son favorables, las personas empezamos a brotar después de un largo período de oscuridad y miedo a tantas cosas que no imaginábamos. Se empieza a hablar con optimismo sobre el futuro, hacemos planes a medio plazo, o a largo plazo los más osados y optimistas.
Hablamos de recuperación, de reencuentro, de futuro esperanzador, estamos floreciendo todos juntos.
Ya hace tiempo que hablo del concepto de florecer, contrapuesto al de empoderarse. Se ha puesto muy de moda en los últimos años hablar sobre el empoderamiento desde diversos ámbitos:
0 incluso el empoderamiento personal, a secas y para todos.
No me gusta esta palabra, me resuena egoísta y agresiva. No creo que hacerse poderoso, sea lo que sea a lo que se refiera, tenga demasiadas ventajas, más bien me estresa y me pone presión.
En contra del empoderamiento yo voto por el florecimiento de la persona; cuando alguien ha aguantado las penurias de una mala temporada, ha extraído las lecciones aprendidas necesarias y se vuelve a sentir con fuerzas y ganas de seguir adelante, pienso que está floreciendo, que está ofreciendo al mundo el fruto de su crecimiento personal.
La naturaleza nos da todas las pistas, no hay plantas que se hagan más fuertes que otras, sino que hay plantas que sobreviven al frío del largo invierno y se muestran esplendorosas cuando llega el buen tiempo, llenan el mundo de colores y lo hacen más vivo, más agradable de vivir.
Esto hacen las personas resilientes a mis ojos: tras sobrevivir sus períodos oscuros.
Las pruebas que la vida les ha puesto delante, son capaces de levantarse y mirar al sol, cuando éste luce más intenso, y aprovecharse de sus rayos para dejar salir sus colores y belleza.
Este post está dedicado hoy especialmente a una mujer fuerte, valiente y resiliente que he conocido esta mañana, Silvia.
Ella es una mujer que está floreciendo después de un larguísimo invierno, con unos colores que la hacen bonita y especial. Ella aún no lo sabe, pero está a punto de florecer como una flor preciosa, delicada y al mismo tiempo flexible y resiliente. Gracias por haberme regalado tu compañía y el privilegio de ser testigo de tu inminente florecimiento.
Si aceptas tus emociones, cambias tu vida.
Anna Romeu, colegiada nº 11336 del COPC
Presidenta Emergencias del COPC y representante Española en EFPA Crisis & Disaster División
Especializada en Educación Emocional, Terapias y Formaciones
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