En 1967 un científico alemán, Rudolf Bilz, realizó un experimento que trascendió el mundo de la investigación por las repercusiones de los resultados, un experimento que terminó conociéndose como "el experimento de la esperanza".
Introdujo unos ratones en un recipiente de agua con las paredes lisas, de forma que los ratones no tenían forma de escapar, y calculó cuánto tiempo resistían nadando hasta desfallecer y morir.
Ninguno de ellos superó la hora de lucha nadando, cuando en realidad sus fuerzas físicas les permitían nadar muchísimo más de una hora. Esto llamó la atención del investigador, que siguió con el experimento.
"El experimento de la esperanza"
Comenzó con la misma fórmula de introducir los ratones en un recipiente igual que el anterior y dejó que nadasen un rato, pero poco después les tiró una tabla a la que podían agarrarse y salvarse.
Estos ratones no murieron y los sacó del recipiente para seguir con el experimento al día siguiente.
En la tercera fase del experimento volvió a dejar los ratones que habían sido salvados el día anterior dentro del recipiente nadando, intentando salvarse una vez má
Pero esta vez no les dio la opción de la tabla de salvación, sólo midió el tiempo que seguían nadando hasta morir del esfuerzo.
La sorpresa fue que esta vez los ratones lucharon por su vida hasta 7 veces más que los de la primera fase del experimento, incluso alguno llegando a pasarse un total de 80 horas nadando.
La deducción de Bilz fue que los primeros ratones, los que murieron al cabo de una hora de nadar, lo hicieron no debido al esfuerzo físico sino debido a la desesperanza. Perdieron la esperanza de salir con vida del recipiente, se rindieron y dejaron de luchar.
Los ratones que habían sido salvados una vez lucharon mucho más por su vida porque tenían la esperanza de que podían volver a ser salvados, creían en la posibilidad de salir adelante.
No es muy difícil imaginar qué efecto tiene el experimento de Bilz trasladado a las personas; la esperanza, la creencia de que todo puede ir bien o de que podemos recibir la ayuda que necesitamos, es el motor más potente que tenemos para sobrevivir, para superar cualquier situación que la vida nos depare.
Anna Romeu, colegiada nº 11336 del COPC
Presidenta Emergencias del COPC y representante Española en EFPA Crisis & Disaster División
Especializada en Educación Emocional, Terapias y Formaciones
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