Una pareja está a punto de separarse, llevan tiempo discutiendo y ven que su relación ha terminado y no hay posibilidad de reparación. Su hija pequeña, de 9 años, percibe que algo no va bien entre sus padres y, valiente como es, haciendo uso de la confianza de que sus padres siempre le han permitido, les pregunta si se separarán. Ellos sufren por su bienestar emocional, no quieren que lo pase mal, por supuesto, y no quieren ser la causa de su sufrimiento.
Tomados por sorpresa y con la intención de no querer causar incomodidad a la niña, niegan la situación. "No, qué va, no nos separaremos, no pasa nada cariño".
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Una mujer trabaja bajo mucha presión, le encanta su trabajo y lo hace bien, siempre intenta mejorar todo lo que ella hace y se esfuerza por aprender y estar a la altura continuamente. Pero su jefe no aprecia su valor, rara vez la felicita por el trabajo bien hecho, por los esfuerzos de mejora constantes que hace o por las horas extras, no remuneradas, que a menudo dedica a su trabajo. La mujer sabe que tiene que hacerse valer y solicitar el aumento de salario que le pertenece desde hace ya tiempo y que no ha venido por sí solo, ni las mejoras en las condiciones de trabajo que ha demostrado que puede hacer de sobras.
Ella teme la reacción de su jefe, no sabe qué tiene que hacer si se le niega lo que le pertenece o pone en duda su estilo de trabajo. Así que calla y todos los días va al trabajo pensando que no se merece este trato ni la pequeña recompensa que recibe a cambio de tantos esfuerzos.
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Un hombre tiene una relación pareja con una mujer con la que está bastante a gusto. Hace unos meses que están juntos y comienzan a crecer como pareja, empiezan a tener los primeros planes de futuro y los proyectos comunes ya han aparecido, parece una relación que puede avanzar y mejorar. Ella le corresponde en la posibilidad de futuro y la relación se fortalece a medida que pasan tiempo juntos. De repente, un día él encuentra a otra mujer que lo desestabiliza por completo y decide dejar la relación con la pareja con la que estaba con la intención de estar con esta otra mujer que ha despertado sentimientos que no tiene hacia la pareja con la que está actualmente.
Habla con su pareja, porque quiere ser honesto y no lastimarla, pero inmediatamente ve que ya es tarde y que ha causado una gran decepción y malestar. Él no quiere verla sufrir y no se atreve a hablar con claridad, para terminar la relación. "Estoy confundido, necesito tiempo", son intentos de no hacerle daño y no sentirse tan mal él mismo.
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Estos son tres ejemplos de muchos más que observamos continuamente a nuestro alrededor. Son personas que no afrontan situaciones en las que se encuentran, no porque no sean capaces ni porque no tienen motivos para hacer lo que hacen, sino porque es difícil para ellos enfrentarse a ciertas emociones que perciben como desagradables.
Sentirse culpable, sentir temor a ciertas reacciones de los demás, sintiendo que haces daño o causas decepciones con tus acciones son emociones que cuesta sostener cuando uno es responsable de ellas.
Y en el intento de evitarlo,
hacemos o decimos cosas
que no son verdaderas y eso,
más pronto o más tarde,
causará más dolor
o más sufrimiento en el otro.
Constantemente observo a mi alrededor, incluso en mí misma, resistencia a afrontar tales situaciones. Y sigo sorprendiéndome del hecho que no aprendemos, que repetimos el mismo patrón (no diré un error porque no sé si es un error) de no afrontar, de no decir las cosas claramente, de no pedir lo que necesitamos o no poner el límite que merecemos.
Y a cambio, solo obtenemos frustración, culpa, desconcierto y el alivio temporal que justifica el no afrontar.
Porque en realidad, lo que no queremos es pasar un mal momento o hacer pasar un mal rato a las personas que nos importan.
Intentamos evitar lo inevitable, visto así.
Nuestras acciones o las decisiones que tomamos a veces afectan a otras personas y no siempre de manera positiva. Para sostener la culpa o sentimiento de responsabilidad de causar un daño a otro, o sostener el miedo y las emociones que provoca el hecho de enfrentarse a una situación que sabemos que nos va a desestabilizar no son cosas fáciles.
Yo misma, escribiendo esto, no quiero hacerte sentir mal pensando que todo lo haces fatal o que debes hacer las cosas de una manera diferente.
No es fácil ser consciente del sufrimiento de otra persona y saber que eres responsable en parte, o causante de alguna manera, no es fácil saber que tienes que hacer algo que temes por la reacción que provocará en el otro y que de rebote hará que te sientas mal tú.
Pero con los años he aprendido que es imposible esquivar este tipo de situaciones de manera impune.
Madurar es, entre otras cosas, aprender a dar la cara sin autoengaños y sin evitar las emociones que tarde o temprano te atraparán.
Madurar es, entre otras cosas, aprender a dar la cara sin autoengaños y sin evitar las emociones que tarde o temprano te atraparán.
Por ese motivo, mi receta es:
Sé honesto contigo mismo y decide lo que quieres antes de hacer o decir algo
Observa qué emociones causan en ti la acción de afrontamiento que estás a punto de poner en práctica.
Aprende a sostener y calmar estas emociones que se despiertan.
Haz lo que tengas que hacer tan pronto como sea posible después de tener muy claros los pasos anteriores
Vivir es experimentar, sentir, aprender y crecer
Si aceptas tus emociones, cambias tu vida.
Anna Romeu, colegiada nº 11336 del COPC
Presidenta Emergencias del COPC y representante Española en EFPA Crisis & Disaster División
Especializada en Educación Emocional, Terapias y Formaciones
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