Las emociones son nuestra respuesta a todo lo que nos llega del exterior y, a partir de ellas, generamos una serie de pensamientos y posteriores acciones.
Toda esa energía pasa por nuestro cuerpo físico,
que no es indiferente a nuestro mundo emocional.
Por el contrario, como el cerebro es un órgano más de nuestro cuerpo interacciona con él continuamente, y las emociones tienen localizaciones físicas muy claras.
Vamos a realizar una prueba:
Cierra los ojos y piensa en un momento agradable de tu vida, busca algún recuerdo que te haga feliz o te ponga contento. Piénsalo unos minutos y a continuación observa tu cuerpo.
Verás cómo de una manera u otra ha reaccionado físicamente; o bien con la temperatura, o bien con alguna sensación que antes de rememorar el momento de felicidad no estaba, o bien con algún gesto en la cara.
Haz lo mismo con un recuerdo desagradable o triste.
Piensa en ello durante unos minutos y después lleva tu atención a las reacciones corporales. Aquí sí que son evidentes ¿eh?
¿Has notado un pinchazo en algún punto de tu cuerpo?
¿Has sentido que algo te ha empezado a doler de repente?
¿Te has puesto tenso o la temperatura de tu cuerpo ha cambiado?
Con este simple ejercicio nos damos cuenta de hasta qué punto lo que ocurre a nivel emocional en nuestro cerebro tiene una repercusión física en el cuerpo.
* * * *
Ahora imagina que pasas una situación larga y difícil en tu vida, de esas que generan emociones intensas durante un tiempo relativamente largo. Evidentemente, el cuerpo reaccionará a esto: situaciones de estrés laboral, de problemas de pareja o de relaciones, un duelo por la pérdida de alguien querido o la vivencia de una situación traumática.
Todo esto inevitablemente hará reaccionar a tu cuerpo.
E incluso en algunas ocasiones puede generar condiciones físicas que duran un tiempo o enfermedades crónicas en el peor de los casos.
Es muy común que personas que pasan o han pasado por una situación difícil o adversa se pongan enfermas.
En la mayoría de los casos son situaciones transitorias, de esas en las que decimos “he tenido una bajada de defensas y ha entrado un virus a atacar a mi organismo”. Una vez recuperada la normalidad, todo sigue adelante.
Otras veces son síntomas más leves y transitorios que todos conocemos y hemos experimentado alguna vez: dolor de cabeza, alteraciones gastrointestinales, contracturas o dolores de espalda. Todos estos síntomas desaparecen con relativa facilidad y con una sencilla intervención, y vuelven a aparecer cuando se vuelve a dar la situación de estrés que los provoca.
Pero en otras ocasiones no es un agente externo el que entra en el cuerpo sino que el propio organismo fabrica la enfermedad; es lo que llamamos enfermedades autoinmunes.
Existe una relación muy clara y bien definida
entre el sufrimiento emocional
y el empeoramiento de las condiciones autoinmunes,
desde su origen hasta su evolución.
Cansancio crónico, fibromialgia, problemas con la tiroides, enfermedades de la piel o accidentes cardiovasculares como un infarto son ejemplos de ello. En todos estos casos, no existe una lesión que provoca la enfermedad, sino que es el propio organismo el que provoca dolor, en algunas ocasiones un dolor extremadamente intenso, en reacción a los estados emocionales que está viviendo.
La prevención de estas enfermedades somáticas es difícil; no podemos saber cómo nos afectará a nivel físico lo que nos ocurra en el terreno emocional. Y aunque es importante cuidarnos y tener un buen estado de salud física y emocional, siempre ocurren cosas en la vida que nos acaban afectando y que inevitablemente tendrán alguna repercusión física. En mi opinión, es más importante ocuparnos si aparecen que vivir intentando evitar lo inevitable.
Una buena gestión emocional,
la educación en las emociones a cualquier edad
Una buena gestión emocional, la educación en las emociones a cualquier edad, el fomento de la resiliencia y el crecimiento personal son también unas buenas herramientas para evitar la aparición de algunos síntomas somáticos o en el caso de haber desarrollado alguna condición somática de las que hemos hablado.
Vivir es experimentar, sentir, aprender y crecer
Si aceptas tus emociones, cambias tu vida.
Anna Romeu, colegiada nº 11336 del COPC
Presidenta Emergencias del COPC y representante Española en EFPA Crisis & Disaster División
Especializada en Educación Emocional, Terapias y Formaciones
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