Es una escena que se produce a menudo, que los adultos no sepan acompañar a los niños en sus momentos de desconsuelo y de hiperactivación, conocidos normalmente como rabietas.
Hace unos días iba caminando por la calle y me llamó la atención una escena entre una madre y su hija pequeña, no creo que llegara a los dos años, se la veía muy pequeñita.
La niña estaba de pie delante de su madre, que aguantaba el cochecito sin mirarla, y lloraba levantando los brazos con el gesto evidente de pedirle que la subiera al cuello. Lloraba con fuerza y llamaba la atención de todos los que pasábamos por su lado.
La madre aguantaba el cochecito muy seria y no la miraba, ni hacía ningún gesto de establecer algún contacto con su hija, sólo le decía “Compórtate. Cuando te comportes te voy a coger”.
Estas palabras, junto con la actitud distante y más bien rígida de la madre, eran el ingrediente ideal para multiplicar exponencialmente el llanto de la niña.
De entrada, lo primero que le habría contado a esta mujer, que seguramente también estaba pasando un mal momento, es que una niña de dos años, o menos incluso, no entiende el concepto "comportarse", así que por mucho que la niña hubiera querido complacer a la madre, nunca habría podido hacerlo por incomprensión total de la orden recibida.
Aparte de que es un concepto muy subjetivo, ya que "comportarse" es una formalidad que cada uno entiende a su manera, es una palabra que con toda probabilidad no forma parte todavía del reducido vocabulario de una niña tan pequeña, y mucho menos en un momento de tanta hiperactivación como el que estaba sufriendo ella.
Desconozco totalmente el motivo que propició el enfado de la madre y el desconsuelo de la niña, pero sé que ambas lo estaban pasando muy mal de forma innecesaria y principalmente por mala gestión de la madre.
Es una escena que se produce a menudo, que los adultos no sepan acompañar a los niños en sus momentos de desconsuelo y de hiperactivación, conocidos normalmente como rabietas.
Por eso, aquí tienes algunas ideas y pautas para sobrevivir a estos momentos tan desagradables:
Elemento de lista 1
Los niños pequeños no tienen todavía la habilidad de reconocer que se están hiperactivando y por tanto tampoco la tienen para regularse solos en ese momento. Los mayores tampoco, por cierto.
La regulación durante las rabietas se produce a través del adulto hasta bien entrada edad, que le enseñará a parar, a calmarse físicamente y a no hablar demasiado hasta que esté en mejores condiciones.
El adulto no hará sentir mal al niño por enfadarse ni hiperactivarse. El momento educativo viene después, cuando se ha producido la regulación, no durante la reacción emocional del niño.
Para ayudar a regularse, el niño necesita que el adulto esté presente y pueda conectar con él, ya sea con la mirada o a través de caricias y abrazos. La conexión que necesita el niño es emocional, no racional.
La forma más rápida de ayudar a regularse un niño es a través de la sincronización de las respiraciones; un abrazo ayuda a conectar los ritmos cardíacos y finalmente calma al niño
El motivo de la rabieta es totalmente indiferente y no debe ser tratado ni discutido durante la misma. El objetivo principal en estos momentos es la regulación emocional y terminar la hiperactivación
Los adultos somos los encargados de educar a los niños, incluso en los momentos más incómodos como pueden ser los de las rabietas o las explosiones emocionales.
A través de nuestras enseñanzas, los niños aprenderán a pararse y regularse, lo que les ayudará en el futuro a poder resolver mejor los conflictos que se encontrarán en la vida, a tolerar mejor las frustraciones y tener más confianza y seguridad, tanto para enfadarse con quien toque y cuando sea necesario, como para saber que no pasa nada por enfadarse, que también hay maneras sanas de hacerlo.
Anna Romeu, colegiada nº 11336 del COPC
Presidenta Emergencias del COPC y representante Española en EFPA Crisis & Disaster División
Especializada en Educación Emocional, Terapias y Formaciones
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