Las pérdidas son algo que ocurre en todas las vidas, no hay nadie que escape de ellas.
Todos perdemos cosas importantes, dejamos amigos por el camino, cambiamos de trabajo, de domicilio o de pareja, dejando detrás de cada cambio un recuerdo que no volverá, una pérdida que se acumula a las anteriores. También perdemos a personas que fallecen y que dejan huella en nuestra vida.
Todas las pérdidas requieren un esfuerzo, porque adaptarse a una nueva situación, dejando algo o alguien importante detrás, no es siempre fácil ni rápido.
En realidad, el duelo no comienza cuando se produce la pérdida en sí; el duelo se inicia cuando la persona que ha perdido empieza a aceptar que aquello o aquel alguien ya no volverá, no lo tendrá nunca más, cuando deja de negar la pérdida, por dolorosa que sea.
A veces esta resistencia desaparece rápidamente, pero muchas otras veces nos pegamos a cualquier vaga esperanza para no tener que admitir que ya está, que hemos perdido, que las cosas no volverán a ser como eran. Y lo podemos hacer durante mucho tiempo, luchando contra toda evidencia, escondiéndonos la realidad a nosotros mismos, con una fuerza titánica que nos sale de dentro.
Pero siempre llega el momento de la despedida, la hora de decir adiós, es inevitable.
Como le llega a R...
"Hoy justamente hace ocho días de tu silencio.
Ocho días sin oír tu voz, sin recibir un mensaje tuyo o tener noticias de ti, ocho días de vacío total, silencio.
Sabes, duele.
Hacía tiempo que se veía venir el final, ambos lo sabíamos e intentábamos evitar hablar de ello, como si el hecho de no hablar de ello pudiera hacerlo menos real, como si no hubiera sido una realidad sabida desde hace tiempo por ambos.
No sé si sabré salir adelante sin ti.
Además de doler, da miedo también.
Me había acostumbrado a explicarte las cosas, a contar contigo aunque no estuvieras en ese momento, a compartir mi intimidad contigo. Fue fácil acostumbrarse,
¿ahora cómo lo hago para quitarme esta costumbre de encima?
Tengo más preguntas y dudas que certezas, la verdad. Pero me tengo que rendir a la evidencia; ya no estás en mi vida, te has marchado. Me gusta pensar que no ha sido por voluntad propia, que las circunstancias han ido así y te han obligado a dejarme aquí sola, a hacer el camino que queda por delante sin tu compañía, sin ti en mi vida.
No te tengo reproches, pero sí me hubiera gustado que nuestra vida juntos hubiera sido más larga, más plena, que la hubiéramos podido aprovechar más. No me duele el tiempo que hemos pasado juntos, ha sido maravilloso, rico en sensaciones y experiencias que guardo para siempre.
Me duele todo lo que podría haber sido y no será, lo que nos quedaba todavía por hacer y que quedará guardado en un cofre cerrado acumulando polvo para siempre.
- No te volveré a ver más
- No veré tu sonrisa cuando me contabas algo que te entusiasmaba
- No sentiré tus dedos entre mi pelo mientras me escuchabas
Hablar contigo siempre ha sido uno de los placeres más grandes que hemos compartido. Tenemos una historia juntos que ahora tengo que continuar yo sola. Así es como debe ser, a regañadientes y con una tristeza inmensa, pero así será a partir de ahora.
Te prometo esforzarme para estar bien y fuerte, para cuidar nuestros tesoros y hacer reales algunos de nuestros proyectos. De alguna manera, siempre estarás conmigo."
Si aceptas tus emociones, cambias tu vida.
Anna Romeu, colegiada nº 11336 del COPC
Presidenta Emergencias del COPC y representante Española en EFPA Crisis & Disaster División
Especializada en Educación Emocional, Terapias y Formaciones
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