Toni salió de la entrevista totalmente indignado.
Se habían leído su currículum con atención, estaba seguro, porque era más que apto para el trabajo que ofrecían.
Las preguntas técnicas las había contestado con seguridad y confianza, sin demasiado esfuerzo porque sabía de qué hablaba. Pero entonces comenzaron una serie de preguntas que no esperaba.
Le preguntaron la edad, “35 años” contestó, y a partir de ahí todo se torció.Le preguntaron si tenía pareja estable, si tenía hijos, si pensaba tener (porque había contestado que no tenía) y si el hecho de tener podría afectar a su trabajo.
¿Porqué le preguntaban todo aquello en una entrevista de trabajo?
¿A quien le importaba si él tenía pareja o hijos? Es que el hecho de poderle pagar un sueldo le daba derecho a meterse en su vida personal y cuestionarla?
Los sentimientos de rabia e indignación iban creciendo en él, pero también surgió una nueva emoción que no esperaba: la impotencia.
No podía hacer nada, no pudo reaccionar, y se dejó atacar de forma personal en un contexto que no tocaba, ni esperaba, ni tuvo tiempo de reaccionar para defenderse. Y ahora, encima, era él quien se sentía culpable.
¿Quién se creía que era aquella mujer?
Debería haberla mandado a la mierda y no haber contestado ninguna de sus preguntas. Ahora se pasaría unas horas dando te vueltas y sintiéndose mal, como si la culpa fuera de él, como si el agravio hubiera sido provocado por él de alguna manera.
Decidió volver a casa, olvidarse de la compra y las tareas domésticas que aún tenía pendientes, y salir a correr un rato para desahogarse. Raquel no volvería hasta la noche, hoy tenía una comida de trabajo, así que tenía tiempo suficiente para ir a correr y hacer todo lo que tenía que hacer en casa. Se cambió deprisa y cogió el iPod, y enfiló calle arriba con los auriculares puestos e intentando desconectar de sus preocupaciones.
No se dio cuenta de las mujeres que se giraban a mirarlo, no escuchó la que le decía “qué culito más apretado te queda con estos leggings”, por suerte él tenía la música alta y no lo escuchó.
Tampoco se dio cuenta de que una mujer en moto no le había quitado el ojo de encima y empezó a seguirle cuando entró en una zona menos concurrida, el camino que llevaba a la Fuente. Cuando hacía unos 20 minutos que corría, de repente un ruido más fuerte que la música de sus auriculares lo hizo girar de golpe. Y entonces la vio. Le sonreía y con las manos le pedía que se detuviera un momento.
Él se paró, se quitó los auriculares, y antes de que se diera cuenta ella ya le había tirado al suelo y se había lanzado sobre él. Forcejearon unos minutos, por suerte había asistido a esas clases de defensa personal bien aconsejado por sus amigos, no se sabía nunca qué podía pasar en este mundo. Aunque ella era más fuerte que él, consiguió quitársela de encima, le dio una buena patada en el estómago que la dejó medio aturdida, y aprovechó este segundo para escapar corriendo.
El corazón le iba a mil.
Raquel vino corriendo del trabajo después de su llamada, menos mal que era tan comprensiva con él. Le supo consolar, le supo dar la seguridad que necesitaba sentir en ese momento, y se tranquilizó mucho. Como siempre, se sintió tan protegido por ella … En el fondo, ella tenía razón: siendo consciente de su físico y de lo atractivo que resultaba para las mujeres, era una imprudencia salir a correr con aquellos leggings tanto apretados y en un lugar tan solitario. Tenía que protegerse más. A partir de ahora lo haría así, Raquel tenía razón. Menos mal que se querían tanto, él pensaba que había tenido una suerte inmensa mientras ella lo abrazaba y le calmaba.
(¿Qué historia tan extraña verdad? ¿Qué es lo que te resuena mal? ¿Quizás que el protagonista se llama Toni? ¿Y si en vez de Toni se hubiera llamado Anna te sonaría más coherente?)
Feliz día de las mujeres, deseo que el día de las mujeres sea cada día del año.